Messi volvió a su casa, a Barcelona. Lo hizo cargando 15 maletas y el cariño de los culés. Sin haber podido aún cicatrizar la herida de su marcha, los aficionados vuelven a ansiar el regreso de una parte de su escudo. El de una pieza que volvería a encajar todas las del puzle. Un amor de 20 años no se olvida en una noche.
El argentino, por encima del bien y del mal, irrumpe en el debate blaugrana silenciando a Negreira, el liderato incontestable en liga y, si lo requiriese, también una III Guerra Mundial. Aburrido de París y de su hostilidad, Messi pedía a gritos el calor de su ciudad. Necesitaba volver a escuchar el silencio en Castelldefels.
En un amago por rebobinar la cinta, la película de terror protagonizada por el FC Barcelona empieza a dar un giro de guion que, inevitablemente, esboza sonrisas entre el barcelonismo. ¿Messi en Barcelona? ¿El equipo de Xavi líder? Más que rebobinar la cinta, en la Ciudad Condal han optado directamente por volver a comprar el video beta. Y nadie se atreverá a lanzar un solo reproche. A veces a la felicidad le da por esconderse detrás de la sencillez. Entre el espacio del botón de encendido y el del volumen.
Xavi ilusiona –ahora como entrenador–, el equipo roza ya las fuentes de Canaletas y Messi es cazado en Barcelona. Supongo que el regreso de ‘Los Serrano’ anda a la vuelta de la esquina y se emitirá justo antes del Grand Prix. La sombra de Messi acecha. Eso sí, esta vez con pelo corto, barba y casi 36 años. Pero ahí está el tipo, que sigue y seguirá midiendo 1,70 cm.
Los dedos cruzados de los barcelonistas, entregados tan solo a la posibilidad de su vuelta, rezan por volver a ver a Messi sonriendo envuelto en la camiseta del Barcelona. Y Leo, que siempre se ha mostrado como lo que es, un ser humano sencillo, preferiría un paseo por el Raval antes que una cena de lujo a los pies de la Torre Eiffel.
El aterrizaje del argentino en Barcelona no despierta ninguna certeza, pero sí muchas emociones. Supongo que el fútbol moderno, tan odiado por los que a su vez lo consumimos, ya no permite este tipo de cosas. Y que Messi, que volvería al Barça a cambio de un par de abrazos y de una hucha vacía, no volverá a enfundarse su mejor traje. Mientras sea imposible predecir lo que va a suceder, que el culé aproveche para sacar licencia para soñar.
Desháganse de la Smart TV, desempolven el DVD y pongan el modo avión en el teléfono, aunque sea por un rato. Hasta el próximo 10 de junio: que Guardiola volviese a ganar una Champions League sí que sería viajar al pasado.