El Barcelona se impone con un ajustado 1-0 al Osasuna a pesar de estar con superioridad numérica desde el minuto 26
Crónica de Joan Cebrián
Al Barça se le plantó en un abrir y cerrar de ojos la posibilidad de repetir un guion y acabó agujereando el papel una vez escrito el punto y final. Los blaugranas se plantaban una vez más en un contexto recientemente familiar, ya que su contrincante volvía a quedarse con 10 jugadores en la primera parte. Sin embargo, parecía que el equipo se había reservado todos los goles para el pasado sábado contra el Betis. Que no había calculado bien para el reparto y que contra el Osasuna se había quedado sin. Sin embargo, Jordi Alba tiró de experiencia para hacer que los culés se llevaran el 1-0 para hacerse con los tres puntos.
Algún brujo pudo ver en el 11 titular de Xavi Hernández que algún trazo del partido contra los verdiblancos se vería contra el Osasuna. El técnico de Terrassa apostó por repetir con los mismos jugadores de inicio. No se molestó en hacer ningún cambio porque, fiel a sus palabras, quiere hacerse con LaLiga lo antes posible. En cambio, los navarros llegaron al Camp Nou con la cabeza puesta en el sábado. Teniendo el fin de semana la final de la Copa del Rey, Jagoba Arrasate no arriesgó. Apostó por la cantera para buscar la sorpresa en el feudo blaugrana. Se dosificó teniendo en cuenta la oportunidad histórica que supone pelear contra el Real Madrid por un título.
Sin embargo, llegados al minuto 26 el Camp Nou volvió a presenciar cómo un partido se decantaba claramente a favor de los blaugranas. Jorge Herrando realizó una falta sobre Pedri González que, más allá de acabar en tarjeta roja, resultó un flashback del pasado. 14 años antes Marc Muniesa, canterano culé, salió expulsado en su debut en LaLiga por el mismo motivo que Herrando: cometer una falta clara como único hombre. Los dos salieron hacia el túnel de vestuarios con las mismas sensaciones. Compartiendo la frustración y recibiendo el apoyo de sus compañeros de equipo. Como si las sensaciones no entendieran ni de colores ni de épocas, trasportándose a su placer ante la piedad de los más necesitados.
De lo mejor que dejó la primera mitad fue la reacción más honesta de Gavi. El gaditano se marchó del césped en el 36′, bastante después de recibir una falta y quedar ‘tocado’. Xavi tenía claro que no se la quería jugar con el canterano de cara a la próxima visita a Cornellà-El Prat, donde el orgullo -aquello de lo que el joven puede presumir- siempre está en juego. Gavi le decía al técnico egarense que no, que aquello de ser sustituido se lo dejara para otro. Su actitud reflejó el que es posiblemente el pensamiento más humano sobre el césped: que el fútbol se trata de un juego y que queremos disfrutarlo con el balón. En su lugar entró Ansu Fati, que a pesar de no tener un gol con el que consagrar su tarde, estuvo más cerca de sus anteriores versiones a las lesiones que no a las posteriores.
Llegados a la segunda mitad, el Barcelona se plantaba ante el papel en blanco que suponía el Osasuna. Ante sus narices tenía la posibilidad de sellar el partido como lo hizo ante el Betis. Pero esta vez la fortuna no estaba de su lado. La flecha hacia arriba que aparecía en el Pro Evolution Soccer había pasado a señalar hacia abajo. Los blaugranas fallaron tantas ocasiones que generaron ansiedad en todas sus expresiones posibles. Generando necesidad de más café para los adictos a la cafeína, de nicotina para fumadores o de comida para glotones. Cada aficionado culé podía paliar la impotencia a su manera, pero los jugadores se veían obligados a afrontarlas ante la portería de Aitor Fernández.
Las ocasiones que más desesperaron al Camp Nou fueron las de Frenkie De Jong -que firmó uno de los mejores partidos de la temporada- y Ousmane Dembélé. El holandés entró desde la segunda línea y, solo ante Aitor Fernández, hizo aquello que todos los padres vaticinan a la vez que odian en un partido de benjamines: ‘chutar al muñeco’. De Jong compensó su error asistiendo posteriormente a Jordi Alba. En cambio, Dembélé desaprovechó una ocasión que Ansu Fati le regaló del cielo, literalmente. Tras un centro del canterano, el extremo francés envió el balón fuera en una situación ventajosa. Ni siquiera Fernández tuvo que preocuparse porque entrara dentro.
Por si el Barcelona tuviera poco con tener un blancazo a la hora de trasladar sus ideas en resultados, un gol anulado a Robert Lewandowski aceleró todavía más el partido. Era el minuto 85 y el examen de respuesta a elaborar todavía no se había acabado. El equipo de Xavi Hernández no estaba haciendo aquello de lo que presumía Michael Scott en The Office: empezar una frase, no saber hacia dónde se dirige y encontrar por el camino la forma de salvarla. Pero Jordi Alba apareció a cinco minutos del final para poner el 1-0 definitivo con un zurdazo. El lateral agujereó el papel del test con rabia. Representó el sentimiento del Camp Nou y se reivindicó afirmando que quizás sus mejores días quedan atrás, pero que para la rutina obrera de LaLiga todavía cuenta con calidad. Con 21 remates a portería los culés se marcharon sudando la gota gorda y dando las gracias de haber encontrado por el camino la idea.