Artículo escrito por Jaime Alvarado.
Cuando se piensa en un fichaje o incorporación a un equipo de élite, siempre se le pre-evalúa acorde a sus antecedentes: equipo del que proviene, rendimiento y renombre. Sobre todo este último punto es el que decanta los juicios de valor previos sobre posibilidades de éxito y/o fracaso en un jugador. Es el que crea (o no) ese hype desmedido (o no) sobre la figura que se enfundara una elástica «nueva», y acompañará al equipo en su periplo hacia los objetivos de la campaña.
Pasa que dentro de esos grupos hay un subgrupo que queda en término medio: los jugadores que no resuenan tanto y que se dan por buenos solo por su discreción. De los que, no solo no se espera poco, sino que realmente no se vislumbra nada extraordinario o son una incógnita que queda parcialmente al margen. Con Andreas Christensen ha sido así. En el verano su fichaje se dio por bueno puesto que el jugador llegaba para apuntalar la zaga y además lo hacía a coste cero. No venía haciendo tanto ruido como otros nombres y se le presagiaba como un complemento, el tercer o cuarto central de la plantilla para participar en casos de rotación y lesión.
En el fútbol pasa, y mucho, que lo que anticipamos a veces no termina por suceder. No hay nada rotundo en este deporte, mucho menos cuando se trata de jugadores. Y que bueno que sea así, porque el fútbol es bonito por su carácter imprevisible. Lo que se piensa de antemano y se convierte en realidad nos aburre, pero lo contrario si que nos puede llegar a sorprender. Nos estimula.
El juego va de interpretar, el análisis es eso. Pero las corrientes de pensamiento pueden suponer un obstáculo para ser diáfanos y acercarnos un poco más a que dicha interpretación sea certera. En el caso de Andreas, se le preconcibió como el central «bueno» – o «malo» según se quiera -del Chelsea que ganó aquella Champions con Tuchel a los mandos. El danés era solo el «bueno» de una línea defensiva que completaban los «mejores» Thiago Silva y Antonio Rudiger. Y eso se estableció, no de forma exclusiva por rendimiento, sino porque tanto Silva como Rudiger son dos centrales que entran por el ojo. El primero por su sapiencia, trayectoria y colocación, y el segundo por su exuberancia, facilidad en la corrección y galopada a campo abierto. Sus acciones se hacían notar más. Christensen, quien de los tres era el menos ostentoso pasó desapercibido, pero ¿y si era el más importante?
Una vez hemos tenido a Andreas Christensen plantado con su 1.88 sobre el césped del Camp Nou, hemos podido capturar mejor su figura, su esencia y su importancia. Le hemos dejado de ver para comenzar a observarlo, a detallarlo. Sigue sin ser, quizás, el que más ‘highlights’ nos deja respecto a Kounde y Araujo, pero si el más transcendente; sosteniendo cualquier intento de transición con mucha sobriedad, otorgando seguridad sobre la anticipación y sujetando al equipo en área propia. Es el segundo jugador que más despejes efectúa (con 44 por detrás de los 54 de Koundé) y el segundo mayor ganador de duelos defensivos del Barça tras Araujo.
Pero una de sus cualidades, la que probablemente si genera más notoriedad, está con el balón en los pies. Sus virtudes pasadoras han sido un pilar sobre el cual crecer y acentuar la posesión del equipo, tanto desde la primera salida de balón como en los últimos tercios del campo. Con él es mucho más fácil tenerla porque no solo no la pierde, sino que decide bien y permite a otros jugadores ganar altura, que la circulación no necesite tanta gente abajo y pueda ganar referencias arriba. Esto le ha colocado como el central con mejor acierto de pase en la liga española y el mejor jugador del Barça en este registro (95% de acierto en pases).
El ex Chelsea con su carácter impasible y gestualidad serena, ha dado forma a la mejor defensa de la liga española. Sin apenas cometer errores que le señalen y mostrándose imperturbable ante situaciones de apremio, se ha convertido en una pieza troncal para Xavi. Cuando no está el equipo lo resiente y sus compañeros de línea lo acusan. No es casual que algunas de las eliminaciones (Champions y Copa) coincidieran con su ausencia. Un futbolista, quien por su costo, nivel y expectativas, ha sido la sorpresa más grata de la temporada y quién sabe si uno de los fichajes de la década en clave Barça.