La menos recóndita liga del Barça

Los blaugranas se proclaman campeones después de tumbar al Espanyol con un contundente 2-4

Crónica de Joan Cebrián

Hubo una época en la que el FC Barcelona tenía la mala manía de aparcar los trofeos de liga en el peor hueco de su cerebro. Como si quisiera enterrar el mérito de ganar una competición nacional como «el Rimbaud negro» su rastro en La más recóndita memoria de los hombres. Los blaugranas han necesitado cuatro años para aprender a darle valor a un mérito a un título cuyo líder, Xavi Hernández, no se cansa de reivindicar por lo alto. Las quejas del exceso de besos al metal acabaron en saudade, en la nostalgia por querer sentir el abrazo de ese campeonato. El 14 de mayo de 2023 pasa a ser una fecha señalada para los culés tras reconquistar LaLiga. Con un modus operandi tan significativo que puede llegar incluso a nublar que el resultado es consecuencia de todo un año, no de ganar un derbi. El Barça ha grabado una de las imágenes más especiales de su historia reciente después de superar por 2-4 al RCD Espanyol y celebrar la victoria en Cornellà-El Prat.

El partido era un choque de contrastes. Las ganas del FC Barcelona de conseguir el título y sellarlo contrastaba con la ansiedad del Espanyol, aferrado a la imagen de Luís García para intentar un descenso que futbolísticamente no es tarea fácil. Ambos equipos fueron con todo y el lado blaugrana se encargó de evitar cualquier crítica que viniera por jugar un mal partido. Cortó por la raíz la posibilidad de malas palabras por el descanso que Xavi Hernández otorgó a los jugadores. Dentro del césped, el Barça quería gustarse. Tal como afirmaba el periodista Albert Morén: «Es como si antes de cantar el alirón, el Barça quisiera recordar los motivos por los que va a cantarlo».

De poco le sirvió a Luís García plantear una defensa de cinco cuando todo el centro del campo blaugrana conseguía ser superior ante Sergi Darder, Denis Suárez y Nico Melamed. Los pericos siempre se veían en inferioridad numérica, pero también futbolística. Pedri volvió a organizar a su equipo como quiso y Frenkie De Jong volvió a firmar uno de sus mejores partidos en el Barça. Como si el anuncio de la salida de Sergio Busquets hubiera sido un alivio por dejar de acarrear el peso de la comparación. La rivalidad entre blanquiazules y blaugranas se reflejó con la intensidad saliente en los primeros minutos. Cada acción era una combinación de orgullo y necesidad. Pero pasados los 10 primeros minutos, la autoestima ya se convirtió en ansiedad para los locales en Cornellà de Llobregat.

Robert Lewandowski inauguró el primer gol después de que Alejandro Balde bailara ante Óscar Gil. Nueve minutos después el Barça volvió a acelerar con otro gol de Balde, que en esta ocasión remató desde el segundo palo un centro servido por Pedri. En un lapso de 20 minutos el lateral izquierdo reforzó que si el Barcelona ha sabido competir en la actual temporada -al menos, dentro de LaLiga- ha sido en parte por detalles como su frescura y su talento. Gil cometió el error de reducir al de l’Hospitalet de Llobregat a su físico -como muchos periodistas hacen con mediocentros racializados- y él mostró que su explosión tiene que ver por añadir a esa virtud todas sus otras cualidades. Por otro lado, Lewandowski sumó su doblete gracias a un Raphinha que ganó la espalda a Brian Oliván.

Con un 0-3 llegados al descanso, el Espanyol se tuvo que enfrentar a la realidad. Delante tenía un equipo campeón y él era uno que peleaba por salvar los papeles a última hora. Para muchos aficionados el partido acabó superados los 45 minutos iniciales. El desánimo se veía en cómo la grada de animación se vació. La palabra orgullo se caía como máscara ante el dolor de un club afectado deportivamente, que quizás debería tener como referencia a entidades como la Real Sociedad pero que optó por el camino contrario. Salvando las diferencias, Mestalla y Cornellà-El Prat comparten aires de similitud. Debido a la superioridad blaugrana en el partido, el vocabulario se expandió más allá del «Puta Barça» para señalar a Chen Yansheng. Las cercanías se reflejaron con los gritos de la afición contra su presidente. Distinto objetivo pero mismo odio.

En medio de ese disgustado clima para el Espanyol, los blaugranas metieron el dedo en la llaga en el 53′. Jules Koundé remató a placer un centro servido por Frenkie De Jong. El francés se coló ante Javi Puado, que pagó demasiado caro el error. Posteriormente se redimió marcando el 1-4, que como el 2-4 de Joselu en el descuento, servía a modo de tirita para una herida mal cicatrizada teniendo en cuenta la situación para mantener la categoría. El Barça estaba más relajado pero seguía siendo superior. El regreso con el título de liga era inminente. Aunque el equipo podía desear celebrarlo en su casa, dentro de las opciones a domicilio, Cornellà-El Prat no era una mala opción. La imagen del Barça campeón en casa del Espaanyol ha significado el punto y final de la primera obra de Xavi Hernández como entrenador. El equipo se ha reencontrado con su T.C. Elimane, LaLiga, además de aprender que debe darle más valor a las cosas. No convertir la conquista de títulos en el dolor de cabeza que es buscar el rastro de un escritor que se quiso borrar de la historia.

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