11-1. Encerrona en Chamartín

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Un resultado inaudito, antinatural, excesivo… Un partido que hoy quieren vender como una demostración de superioridad absoluta. Pero la realidad es bien distinta. Hoy, como hacen con todo, han querido convertir la mayor vergüenza del fútbol español en una hazaña. Las pruebas les llevan la contraria. Y aquí las expondremos.

Corrían tiempos oscuros en España. En 1943, apenas cuatro años después de finalizar la guerra civil española, el franquismo dominaba o trataba de dominar todos y cada uno de los aspectos de la vida de los españoles. La dictadura había tomado especial cuidado en mostrar, ante la comunidad internacional, que España podía ser un país próspero, alejado de la conflictividad de la última década. Y como no podía ser de otra manera, el fútbol, serviría de herramienta para consolidar la dictadura y demostrar sus excelencias. Como explicaría Segurola en su día:

“(Franco)… necesitaba de algún tipo de bandera. España estaba en una situación desastrosa”.

No es ningún secreto, ni escapa a nadie que indague mínimamente en la historia del Barça, que el club era un referente republicano  y un  foco de resistencia al franquismo por su opresión a la cultura catalana. Algo que se acrecentó y  dilató con el asesinato en 1936 del presidente del club, Josep Sunyol i Garriga. El resto de la guerra, hasta la caída de Barcelona, el club siguió considerando a Sunyol como Presidente Ausente. Valientes son las historias de héroes anónimos del barcelonismo que salvaron el escaso patrimonio del club de los bombardeos.

Con todo, los equipos hegemónicos de entonces eran el Barça y el Athlétic de Bilbao (Entonces Club de Fútbol Barcelona y Atlético Bilbao). El régimen tenía un problema grave, extradeportivo, al tratarse de los representantes deportivos de las regiones con menos adeptos y simpatías por el ultranacionalismo español del Dictador. La rivalidad con el Real Madrid se acrecentaría más adelante y probablemente, a tenor de lo que hoy narraremos.

AÑOS DUROS

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Escudo impuesto al Club de Fútbol Barcelona

Tras la Guerra Civil, los clubes de fútbol trataron de sobrevivir como buenamente podían. El fútbol empezaba a distinguirse como el gran deporte de masas que es hoy, y ello llamó pronto la atención de la dictadura. No obstante, la realidad de clubes como el Barça era cruel y dolorosa. Tras la caída de Cataluña y el final del conflicto bélico, el club fue intervenido.  El 22 de abril de 1939, finalizada la guerra 21 días antes, el franquismo se apuró en hacerse con el club poniendo al mando una comisión gestora que estaría un año ocupando la presidencia, hasta la designación por el Consejo Nacional de Deportes franquista del Marqués de la Mesa de Asta como presidente del Barcelona.

El club y había sido anteriormente un referente del catalanismo frente a la dictadura de Primo de Rivera. Ya había sido intervenido y multado por la anterior dictadura por el uso del catalán o las habituales y sonoras pitadas al himno nacional de España en su estadio. Franco y los estamentos franquistas eran conocedores de esa herencia barcelonista. De ese pasado, no tan lejano. El Barça, pese a los que se empeñan en reescribir la historia, de manera parcial e interesada, tratando de desligar  franquismo y colores de los libros, era un club maltratado. El club quedó incautado por las autoridades. Se impuso un presidente que ni era socio, ni había sido elegido por los socios. Se prohibieron las banderas en el estadio. Se le obligó a prescindir de los colores de la senyera de su escudo. Se le obligó a cambiarse el nombre a Club de Fútbol Barcelona. Se quiso borrar de la memoria colectiva culé el asesinato de su presidente, o las presiones que tuvieron que soportar anteriores presidentes para salvar la entidad. Y como era de suponer, se prohibió el uso del catalán en el club y se prohibió jugar a jugadores “sospechosos” de haber sido republicanos. Incluso algunos en absoluto dudosos, como Escolà. Los estatutos del club fueron cambiados radicalmente, prescindiendo de los avances democráticos perseguidos y alcanzados por ex presidentes para tener al club al servicio y voluntad del socio.

No es ninguna justificación, ni ningún tipo de publicidad nacionalista. El Jefe de la Policía Armada se refería a los jugadores azulgrana en estos términos:

“Seguís formando parte del Club de Fútbol Barcelona gracias a la generosidad del Movimiento, que ha perdonado al club y a muchos de vosotros por vuestra falta de patriotismo durante los oscuros años de la república”.

Y no era el único. Eduardo Teus, desde el Diario Ya se refería a los barcelonistas como un público separatista y hostil. Desde la prensa madrileña, los periodistas se referían constantemente al Barça como

“un reducto de desafectos al régimen”.

Por aquel  entonces, en 1940, nombrado a dedo el franquista Marqués de la Mesa de Asta, Enrique Piñeyro, por el Consejo Nacional de Deportes y la Federación Española de Fútbol, el club trataba de sobrevivir. Cabe destacar lo que con sorna clamaban los aficionados culés del nuevo presidente, del que se burlaban diciendo:

“No ha visto un partido de fútbol en toda su vida”.

Una gira por América salvaría económicamente al club, pero tras la caída de Barcelona en la Guerra Civil, unos cuantos jugadores azulgrana decidieron no regresar a España y se quedaron en México, país que aún reconocía la legitimidad del gobierno republicano. Suplidas las ausencias a duras penas, el equipo termina noveno en Liga, y se salvará de descenso por tan solo tres puntos de diferencia. En Copa fue eliminado por el Español de Barcelona.

Tras un año sancionados sin jugar, regresan en la 40/41 varios jugadores fundamentales para el equipo. Vuelven Raich, Escolà y Pedrol. Un año más tarde también lo hará Balmanya. Y empiezan a jugar los jovenes Gonzalvo III y Seguer. César y Martín se asientan en la disciplina azulgrana. El Barça va recuperando su fútbol pero aún sin dominar las distintas competiciones. Caería de nuevo eliminado en Copa por el Español de Barcelona y quedaría cuarto en Liga.

En la temporada siguiente, el Barça se alzaría con un título, la Copa del Generalísimo, al imponerse al Athlétic de Bilbao por 4-3. Pero su andadura liguera estuvo a punto de costarle un nuevo disgusto. Finalizó en puestos de promoción y tuvo que jugarse la categoría, con suerte, frente al Murcia, al que derrotó por 5-1.

Y justo un año después, la temporada 1942/43, el Barça enderezaría el camino en Liga, donde finalmente acabaría tercero. En Copa, tras derrotar a Ceuta y Celta de Vigo, alcanzó las semifinales, que le enfrentarían al Real Madrid.

IDA EN LES CORTS

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Estadio de Les Corts

Nada de lo que posteriormente se escribiría cumpliría con la realidad. Ningún medio, ni en Madrid ni en Barcelona, daba más importancia al partido de semifinal de Copa que a cualquier otro. Después de todo, se trataba de un duelo más, no de un choque de máxima rivalidad como es hoy día un Barça-Madrid. Por aquel entonces, los duelos que si desprendían una enorme rivalidad eran entre catalanes y vascos, entre los ya renombrados Club de Fútbol Barcelona y Atlético de Bilbao.

De cualquier manera, se jugaban no sólo el prestigio, también el derecho a jugarse una final, de un trofeo que por aquel entonces, denominaba al mejor equipo de España. Los culés, poco a poco, iban recuperándose de su casi cercana desaparición. Se recuperaban jugadores sancionados por el régimen, y el fútbol volvía a brotar de las botas de los culés, muy superiores a aquel Real Madrid de los años de posguerra (El Real Madrid acabó la Liga en décimo lugar, a un solo punto de la promoción). Esa Liga la ganaría el Atlético de Bilbao, por encima del Sevilla, segundo, y el Barça, tercero, enrachado y recuperándose de su bajón de posguerra.

El incremento de socios, y el hecho de tratarse del último partido de la temporada en Les Corts, hizo que el partido cobrase especial importancia para los catalanes, que llenaron el graderío para animar a su equipo.

Saltarían al campo los siguientes onces.

Por parte culé: Miro, Benito, Curta, Raich, Rosalench, Calvet, Sospedra, Escolà, Martin, Cesar y Valle.

Por parte madridista: Marza, Querejeta, Corona, Souto, Ipina, Moleiro, Alsua, Alonso, Pruden, Barinaga, Botella.

Lejos de lo que después publicarían los medios, no sólo de Madrid, también el entonces periódico deportivo catalán, de mayoría perica, la afición, como era costumbre, recibió a los dos equipos entre aplausos. Hoy, que se han generalizado las pitadas, los insultos y demás lindezas, parece extraña semejante ovación. Sin embargo, en los años 40, era habitual que se recibiese de ese modo a los distintos equipos, sea cual fuese el rival, y fuesen cuales fuesen las circunstancias. Y así fue en Les Corts. Los aficionados, que si habían agotado las localidades, recibieron con sonoras ovaciones a ambos equipos, a la espera de disfrutar del deporte y el espectáculo.

Se inició el encuentro entre aplausos de la gradería. Los culés, favoritos y convencidos de su superioridad trataban de jugar lo mejor posible. Por el contrario, conscientes de su inferioridad futbolística, los jugadores blancos se emplearon con excesiva dureza desde el inicio.  Los madridistas, plantearían un partido defensivo, buscando frenar a toda costa y de cualquier modo al ataque azulgrana. No obstante, el partido, tenso y duro, no dejaría de ser un espectáculo normal, dentro de lo habitual. Hasta que las entradas sobre los catalanes empezaron a trascender lo meramente deportivo. El juego se tornó violento. No obstante, antes del descanso, Valle abriría el marcador. Los jugadores madrileños en seguida unieron a su juego brusco las protestas al árbitro. Mientras crecía la tensión sobre el césped, también aumentaba el desconcierto y el enfado en las gradas.

Tras un nuevo barullo en el área madridista, el colegiado señaló penalti por mano, algo que los madrileños entendieron como involuntario. Los gestos de los jugadores hacia el colegiado y la grada encendieron aún más el ambiente. Anotaría el penalti Escolà. Se llegó al descanso con 2-0 favorable a los catalanes, que lejos de amilanarse, decidieron igualar la intensidad de los blancos. El partido ganó en brusquedad. Pero también por esos derroteros, el Barça marcaría el 3-0 en la segunda mitad por medio de Sospedra. Y es entonces cuando ocurrió ese episodio que utilizarían unos cuantos periodistas para calentar el ambiente. La dureza del juego madridista y los gestos de los jugadores, encendieron el graderío. Entonces sí, y no por otros motivos, como dirían después, la parroquia culé comenzó a silbar y abuchear a los madridistas. El partido acabó sobre el terreno de juego de Les Corts, con una contundente victoria para los catalanes. Pero no así en los medios, que utilizaron lo acontecido para preparar en Madrid una revancha histórica, bochornosa y denigrante con un único objetivo: humillar al Barça.

LA PRENSA FORJA EL IDEARIO COLECTIVO DEL MADRIDISMO

teusHoy día puede parecer que una simple crónica, por muy manipulada que esté, no puede caldear los ánimos hasta convertir en un infierno lo que a priori era un partido entre dos equipos, en absoluto enfrentados más allá del ámbito deportivo. Sin embargo, por aquel entonces, ante la ausencia de libertad de prensa y opinión, y en una España aún con heridas profundamente abiertas, una palabra bastaba para encender una mecha que ya nadie podría controlar.

Desde el pitido final del partido de ida, los distintos medios se pusieron a trabajar para encender al madridismo. Las crónicas hablaron de humillación a los jugadores madridistas, de sonoras pitadas a los españoles por parte de aquel reducto de separatistas desafectos con España. El diario Marca, que había alcanzado un año antes salir como diario y no como publicación semanal, se convertiría en uno de los referentes mediáticos del deporte madrileño. Y en sus páginas, cada día con más lectores, llamaban a la afición blanca a abarrotar Chamartín en la vuelta para devolver a los catalanes su agravio. No era el único. El diario YA o el ABC llenaron columnas y crónicas tratando de encender los ánimos. Incluso el Mundo Deportivo, catalán, pero con una línea anti culé, dada la afición perica de su director, impulso esta campaña.

La cruzada revanchista alcanzaría su cénit a medida que se acercaba el partido de vuelta. Sin embargo, se empezó haciendo creer a los madrileños que los errores arbitrales fueron la causa de la derrota en Les Corts. Abiertamente hicieron leer a los madrileños crónicas hablando de robo, atraco y demás lindezas. Un hecho cuanto menos curioso, si nos atenemos a las enfermerías. El Barça viajaría a Madrid aún pendiente de la evolución de hasta 4 lesionados en la ida de las Semifinales de Copa. Así mismo, empezaban por llamar al público a acudir a presionar al rival, algo que nunca se había dado antes.

Especial mención en este apartado merece la edición de El Diario YA, donde escribía, precisamente, un elemento que fuese portero del Real Madrid, que posteriormente llegaría a seleccionador nacional de fútbol, Eduardo Teus. En sus crónicas, trató, desde un principio, de caldear el partido de vuelta. Lean si no lo quieren creer qué decía en su relato de ficción, firmado como crónica deportiva,  “ La caldera hirviente de Las Corts”, donde afirmaba que el público catalán

“al silbar a los jugadores del Real Madrid se veía claramente que increpaba a los representantes de España”.

Nunca antes, en un Barça Madrid o ningún otro duelo, nadie había utilizado jamás la relación que más tarde se haría popular y calaría tan hondo en el ideario popular futbolero. Con esa crónica, nació, en Cataluña y también en el resto de España la analogía España-Real Madrid, que aún hoy día reclaman, enardecen y utilizan muchos medios, deportivos o no.

Esas palabras bastaron para encender la mecha. Aunque el Real Madrid aún no era el equipo del régimen, lo sería años después, durante el mandato de Santiago Bernabéu, si era un equipo mucho más querido y protegido que ese Barça, que cargaría siempre con la vitola de secesionista. Una carga que se utilizaría como insulto y ataque desde el centralismo y el régimen, y que serviría como motivo de orgullo y diferenciación para los culés, aún en nuestros días. Desde esa crónica, y comprendiendo el fútbol como deporte de masas, el régimen utilizaría ya siempre  esa analogía. Real Madrid representante de España.

“¡Ah si Chamartín ayudase el domingo como la cazuela hirviente de Las Corts”

“Para un equipo de la región no deseamos más que el mismo apasionante e igual encendido aliento, que atronaba bajando de las empinadas graderías, de la espaciosa tribuna, de los grupos terriblemente partidistas detrás de las porterías. Del ambiente apasionado y coaccionador que tuvo el Barcelona, empujado por los suyos. Que el domingo lo eran los 40.000 espectadores de Las Corts”.

“¿Cuándo será esto posible en Madrid?”

Eduardo Teus no había vivido nada semejante. Pero en la España de posguerra, una crónica semejante, con el añadido de escribir sobre una supuesta ofensa a los representantes de España, bastaba para iniciar la cuenta atrás hacia el esperpento más absoluto.

Pero no fue el único. Juán Deportista del Diario ABC y Jefe de Prensa de la Delegación Nacional de Deportes, también llenaría páginas acusando al público catalán de coaccionar al árbitro del encuentro y por supuesto a los jugadores madridistas con su amenazante griterío.

“Quién empezaría ese juego de extrema dureza? Yo diría que… el Público de Las Cortes”

En su crónica, desde ABC se atrevió a afirmar que el público estuvo dirigido por el Barça. Aleccionado y dispuesto para evitar el fútbol y apabullar al árbitro y a los jugadores merengues. Lean si no, con que vehemencia escribía su crónica el día 8 de Junio de 1943.

“Esta vez, como en las más furibundas oraciones mitinescas de otro tiempo, hay una cuestión previa (…) No se trata de fútbol si no de lo que le rodea. No se refiere al deporte si no al antideporte. Ha surgido de nuevo y ahora nada menos que en el campo de Las Cortes, el más locuaz  impresionante espectáculo de la agresividad unánime, de la vehemencia y sería insensato escamotear la verdad­: Frente a un Barcelona que aspira a alcanzar un año más el título de Campeón de España, al Real Madrid (como a otro cualquier equipo que le hubiera correspondido el azar o la mala suerte) no le ha sido posible jugar durante todo el primer tiempo porque se ha opuesto, más que el equipo azulgrana, el público; antes que las dificultades del lance o la superioridad de juego, el  árbitro. (…) Su torpeza no fue parcialidad ni equivocación. Sencillamente se halló desbordado, absorbido, hundido por un griterío ululante que a toda costa quería (y consiguió) imponer su voluntad”

Como vemos, las crónicas de diversos medios, incluso 76 años después, no han variado mucho:

“El Barcelona con sus ases es intangible. Nada de asperezas ni violencias que ellos no impongan. Y los 40.000 incondicionales silbando, para que descalifiquen a los que osaron medirse con el Barcelona.

No, este público ni es imparcial, ni es justo ni ponderado. Y el fútbol así jugado ni es fútbol ni cosa que se le parezca. Contando con un ejército seguidor tan disciplinado el Barcelona puede marcar dos o doscientos tantos. El árbitro tendrá que allanarse y el equipo contrario hará muy bien sometiéndose. Lo peor es que en Chamartín no hay que temer que se repita el caso.”

Este ilustre incluso afirmó que debería cerrarse el estadio al público, en su fabulario sobre lo acontecido en Les Corts:

“Por lo demás, si el suceso es irremediable,  y el deporte espectáculo ha de hipertrofiarse con tan voluminoso cáncer, no estaría de más dedicarse a la búsqueda y captura de una solución radical. Y a mi juicio modesto, esta sería volver, de cuándo en vez, a los partidos a puerta cerrada y con profesionales más comedidos de gestos. ”

Otro ilustre como “Rienzi”, también enarboló la bandera de la españolidad frente al secesionismo culé, esta vez desde Diario Madrid, ya extinto, pero entonces de gran tirada y con muchos lectores en la capital. Para Rienzi no se trató de un partido de fútbol. Fue

«…una encerrona que contó con la incalificable actitud de un público de mucha bajeza y valores cuestionables”.

Y como hiciese Teus en Diario YA, de pronto todos los medios acudieron a utilizar esa ingeniosa, hiriente y falsa historia sobre una sonora pitada a los representantes de España en Les Corts. La mentira de Teus fue tan utilizada, que el propio régimen, durante el mandato de Bernabéu, la generalizó para el Real Madrid. Ya no se borraría de la historia ni del ideario colectivo del madridismo. En Les Corts no se pitaba al Real Madrid ni a su juego violento. Se silbaba a los representantes de España.

El caso de Teus es aún más sangrante. El periodista que encendiese semejante pira en Madrid, había tenido la ocasión de cenar con ambas directivas en Barcelona. Y como era entonces costumbre, también con el entrenador del Barça y el Capitán del equipo. Con ambos estuvo departiendo, debatiendo y charlando sobre táctica y estrategia, tal y como contase el propio entrenador azulgrana a Mundo Deportivo. Sin embargo, a su llegada a la capital, y contra todo lo vivido allí, soltó su soflama que quedaría ya para la posteridad. ¿Podemos decir que ese fue el nacimiento de La Caverna?

LAS DIRECTIVAS

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Enrique Piñeyro y Antonio Santos Peralba, presidentes del Barça y el Real Madrid en 1943

Ante la apabullante campaña mediática, el Barça ya se esperaba una auténtica debacle a todos los niveles. Es por ello, que pese a ser totalmente afectos al régimen, los directivos del Club de Fútbol Barcelona, con su presidente a la cabeza, trataron de apaciguar los ánimos.

Es en estas circunstancias que antes del partido de vuelta, el presidente impuesto al Barça, Enrique Piñeyro Queralt, Marqués de la Mesa de Asta, que pese a saber muy poco de fútbol, sí sabía mucho de alzamientos y soliviantar al gentío, decidió tratar de incluir al club blanco en un posible apaciguamiento. Para ello escribiría una carta a su amigo y presidente del Real Madrid, Antonio Santos Peralba. En ella, no sólo negaba las acusaciones de la prensa hacia el público de Les Corts, además, pedía al Real Madrid como institución que frenase la campaña y calmase los ánimos del respetable:

“Muy señor nuestro y amigo:

Transcurridas ya muchas horas después del último partido creemos deberles la atención de ponernos en contacto con ustedes deseándoles primeramente que hayan tenido un feliz regreso a Madrid

No queremos juzgar los comentarios más o menos autorizados aparecidos en la prensa y nos basta con haber sido ustedes y nosotros testigos presenciales del desarrollo del partido, pero algo tenemos que decirles y es que la organizada y tan cacareada pita con que debía ser recibido el Madrid en nuestro campo quedó totalmente ahogada con la gran ovación que los 38.200 espectadores dedicaron al club que, después del suyo, goza de las preferencias de nuestros socios”

Y así podía y debía ser en realidad. Recordemos que en aquel entonces, no existía en absoluto la rivalidad Barça-Madrid que lo envuelvo todo hoy día. Y más aún, siendo el Real Madrid un equipo que gozaba en Cataluña de muchas simpatías, al haber sido producto de los hermanos Juán y Carlos Padrós, fundadores del club madridista allá por 1900. En su escrito, Enrique Piñeyro destaca cómo en absoluto ocurrió lo que periodistas como Rienzi o Teus habían contado al público madrileño.

“Perderemos o ganaremos ante ustedes el día 13, saldremos o no eliminados, pero lo que nos interesa es seguir honrados con la amistad de ese gran Club, de la que tantas pruebas tenemos recibidas.

Es cuanto tenemos que decir a usted, señor presidente, y deseando de corazón que su público enseñe al nuestro a tolerar errores y violencias que puedan producirse en el curso de juego, caso de que se presentaran, nos reiteramos una vez más suyos atentos y con afectuosa consideración».

Puede apreciarse en el escrito, no sólo la tendenciosa información que atiborraba las secciones deportivas de la prensa madrileña, también el origen y causante de la pitada, que la hubo, en el partido de ida, al referirse a “enseñar a nuestro público a tolerar errores y violencias que puedan producirse”, alusión clara a cómo encararon los jugadores del Real Madrid aquel partido de ida.

Pese a todo, y a las buenas intenciones de la directiva culé, en Chamartín era ya tarde para recular. No sólo la campaña mediática estaba en pleno apogeo. También dentro de la directiva madridista existía una corriente, dirigida por Santiago Bernabéu, dispuesta a todo por convertir al club blanco en el “niño mimado” del régimen. Algo que amistades como Muñoz Grandes, Ex Ministro franquista y General al Mando de la División Azul, que tras su cese, había vuelto a España, se encargarían de solucionar poco después.

Tal era el estado de las cosas, que incluso se prohibió que viajase a Madrid un tren de aficionados que acudirían a Chamartín a animar al Barça. La situación era ya tan arriesgada, que las autoridades, aunque conocedoras de la situación, nunca quisieron frenarla, pero si evitar un más que probable problema de seguridad en la capital. Más tarde bastaría ver cómo recibieron al equipo en Madrid, para entender por qué se prohibió dicho tren.

La directiva Madridista, dividida, no movería un solo dedo para apaciguar a una masa social enrabietada y llamada, poco menos que a la guerra, contra los “secesionistas catalanes”. O mejor dicho, no lo haría hasta el mismo día del partido, en que publicaría la siguiente nota:

“Alrededor del partido del domingo se ha creado un ambiente de pasión que creemos es nuestro deber contribuir a encauzarla. No estimamos necesario puntualizar lo ocurrido en Barcelona por haberlo explicado suficientemente la prensa; pero cuanto más incorrecta y equivocada es la actitud de un público, menos deportivo es tratar de imitarla. Y conste que esto no quiere decir que tratemos de refrenar el entusiasmo de los aficionados madrileños, cuyo apoyo tantas veces hemos echado de menos; únicamente queremos prevenirles para que no se dejen arrastrar por incorrecciones que sólo podían perjudicar al Real Madrid y al buen nombre del público de la capital de España”

Incluso, se especula, aunque se desconoce, por iniciativa del propio Santiago Bernabéu, el club regalaría silbatos a aquellos que acudiesen a Chamartín el día de partido. Así es como el club, en connivencia con la federación, la prensa y la masa manipulada, tomarían la iniciativa para humillar al Barça, único requisito de aquel esperpento. Ramón Mendoza, ex presidente del Real Madrid, era un niño entonces, pero recuerda en su libro “Dos pelotas y balón” el episodio de los silbatos:

“por el sistema más infalible que había entonces, el boca a boca, se propagó la consigna de que los socios y aficionados en general que quisieran ir al estadio pasaran antes por la calle de la Victoria, por la cervecería El Club, donde se encontraba en esos tiempos la sede social del Madrid. A cada aficionado que pasaba por allí el club le daba un pito para silbar al Barcelona”

VIAJE AL CIRCO ROMANO

bar3La expedición azulgrana a Madrid no sería ningún viaje de placer. Más allá de lo que les esperaba en la capital, hubo serias dificultades para reconstruir un once de garantías tras el partido de ida. Y es que no sólo el público de Les Corts saldría cabreado con los blancos, también varios jugadores se mostraron enfadados, ante el juego duro de los madrileños. Y lo que es más, el Barça tuvo que reponer a toda prisa hasta a cuatro jugadores lesionados por la violencia ocurrida sobre el campo en Les Corts.

 

El 9 de Junio de 1943, hubo un último entreno en Les Corts, para preparar el partido de vuelta. Como contaría Mundo Deportivo, que ya empezaba a desmarcarse de la irresponsable campaña de la prensa madrileña, el Barça tenía muchos tocados y jugadores que viajarían a posteriori para tratar de acabar con su recuperación.

“Ayer mañana hubo simulacro de entrenamiento en Les Corts. Muchos «tocados» y cuatro en la mutua. César y Sospedra dilatan su salida hasta mañana a fin de completar su curación pero no hay permiso en el cuadro barcelonista y todos confían en salir imbatidos de Chamartín.

Como para pedirles un favor están los barcelonistas tras la Batalla del pasado domingo en Les Corts. Con rara unanimidad, la prensa madrileña proclama que el juego duro partió de ellos, y resulta que los merengues volvieron a Madrid sin bajas mientras los azulgrana salieron de lance con César, Sospedra, Valle, Calvet, Martín y algún otro con lesiones de más o menos consideración”

Por aquel entonces, el viaje, en autobús, no se realizaba en una única jornada. El club catalán decidió hacerlo en tres tramos, Viajarían y harían noche en Lérida, después Aragón y al día siguiente irían hasta Aranjuez. En medio del viaje, sabrían que no contarían en el graderío de Chamartín con el apoyo de sus aficionados, cuyo desplazamiento había sido desautorizado. Tras leer lo que leyeron en la prensa general, a medida que avanzaba el viaje, iban sabiendo a qué atenerse. No obstante, el entrenador y el capitán del equipo querían calmar los ánimos. La moral pese a todo era alta. Creían que podrían incluso ganar el partido.

El autobús culé llegó a la estación de Chamartín. Y allí encontró su primer recibimiento, en forma de pedradas que llegaron a romper alguna luna del vehículo. La expedición se trasladó a un hotel cercano al estadio, donde durante horas escucharon y vieron  como las piedras y monedas llovían sobre el recinto. Gritos  de “¡Rojos! ¡Catalanes Sepataratistas!” y “¡No romperéis España!” atronaban mientras jugadores y cuerpo técnico trataban de tranquilizarse unos a otros.

Uno de los supervivientes de entonces, detallaba sobre el hotel lo siguiente:

“Empezaron a venir periodistas al hotel (hotel Delicias de Aranjuez) y nos decían que nos iban a eliminar, que no teníamos nada que hacer. Nosotros sonreíamos y callábamos. Luego nos enteramos”.

El traslado al estadio de Chamartín fue una auténtica barbarie. Se golpeó el autobús, se lanzaron infinidad de objetos y los silbidos e insultos quedaron más que patentes ante unos jugadores que pronto comprendieron qué y quién los había llevado a aquella situación. El periodista Carles Sentís dejaba claro cuál era el ambiente entonces, cuando en una entrevista en TV3 dijo:

“Aquello era como el circo romano. Y los culés eran los cristianos”.

EL COLEGIADO

arbitroAlguien, quien fuese, debía dirigir el bochornoso espectáculo. El colegiado designado fue Celestino Rodriguez. Un árbitro que desde el  comienzo tuvo extrañas actuaciones para con los jugadores azulgranas. Tanto es así, que cuando siempre se llamaba a los capitanes para reunirse con el árbitro en su caseta, este decidió entrar al vestuario culé a hablar con todos los jugadores.

El árbitro no es que fuese malo, diría entonces Pedro Escartín, árbitro de 1922 a 1948:

“Era un árbitro de buena calidad, pero algo blando. Era muy difícil que en un ambiente de manicomio, como aquel, el único ser cuerdo fuese el árbitro. Celestino era un hombre honesto, al que devoró el ambiente”.

Fuese como fuese, la realidad es que el colegiado entró al vestuario azulgrana, donde incluso a puerta cerrada resonaban los ecos del gentío, los silbatos, los insultos y las amenazas. Y entró acompañado supuestamente del  Jefe de Policía. Poco hablaría el colegiado. Más bien, tanto él como los jugadores azulgrana, escucharían lo que tenía que decirle el mando policial:

“Mire cómo está la grada. No podemos permitir que aquí suceda algo. Usted ya sabe lo que tiene que hacer”.

A CALLAR, A OBEDECER, A JUGAR Y A PERDER.

golchamartin

Ya atenazados por los silbatos (Que el club madridista entregaba con cada localidad) y tras el apedreo del autocar del equipo, los jugadores se reunieron en los vestuarios para pre

pararse ante el partido de vuelta. Es en este momento cuando las distintas versiones se corrompen, ante la más que probable preocupación del momento. Dados los testimonios de unos y otros, parece claro que primero la policía, con el colegiado, entraron al vestuario. El árbitro les afirmó que sería implacable, que no aguantaría la más mínima provocación. El jefe de Policía les advertiría, por su seguridad, que no se acercasen a los límites del terreno de juego, ya que no podrían garantizar su seguridad. Otros testimonios hablan de la visita del Director General de Seguridad acompañado de tres guardias civiles, los que entraron al vestuario azulgrana antes de iniciarse el encuentro. Sin embargo, todos los testimonios convergen en que alguien entró, antes del partido y también en el descanso.

El entonces secretario técnico del Barça, Rossend Calvet i Mata, recordaría que antes del partido fue el Jefe de Policia, el que entraría al vestuario azulgrana para avisarles:

“no tenemos suficientes efectivos y no podemos garantizar la seguridad si el Madrid es batido en su propio campo y queda eliminado del torneo”

Calvet, jugador azulgrana, se erigió en voz de los jugadores azulgranas:

 “Esto es muy fácil, no deje empezar el partido hasta que tenga los suficientes agentes para protegernos”.

La respuesta del Jefe de Policía no se hizo esperar:

“…a callar, a obedecer, a jugar y a perder”.

No era el único. Valle, otro jugador barcelonista contaba entonces:

“Una vez allí aumentó la presión. Empleados del club, acomodadores, todos querían amedrentarnos. Nos insutaban y nos decían que nos iban a eliminar”.

Los jugadores terminaron de prepararse. Saltaron al césped y el estruendo de un graderío que sobrepasaba su capacidad les hacía pesar las piernas. Más aún las palabras del Jefe de Policía. Y peor aun cuando trataron de colocarse sobre el césped de Chamartín. Acompañando a los silbatos y los insultos, una lluvia de piedras y monedas inundó la portería azulgrana. Miró, portero barcelonista, jugaría todo el partido entre seis y ocho metros adelantado para escapar de aquella incesante lluvia.

El Real Madrid salía con  Marza, Querejeta, Corona, Sauto, Ipiña, Moleiro, Alsua, “Chus” Alonso, Pruden, Barinaga y Botella

El Barça, por su parte, alinearía a Miro, Benito , Curta, Raich, Rosalench, Calvet, Sospedra, Escola, Martín, César y Valle.

Los jugadores salieron, pese a todo, dispuestos a jugar.  Calvet, otro azulgrana que disputó aquel partido recordaría al respecto:

“… cuando saltamos al césped la pitada fue atronadora, pero empezamos con normalidad”. “Pronto nos dimos cuenta que era imposible pasar de medio campo. Faltas, fueras de juego, … no se podía jugar”.

Impotentes, los jugadores azulgrana vigilaban no sólo al árbitro y al rival. También sus espaldas. Seguía Calvet:

“Cuando tenía que sacar de banda lo hacía mirando hacia atrás para que no me dieran”. “En una esquina, a Sospedra le lanzaron una botella que le pasó rozando”

Valle también contaba:

“en los córners el público me golpeaba, me empujaba y me agarraba de la camiseta”.

La sucesión de absurdos continuó. Pero el Barça aguantaba. A la media hora aún iban perdiendo sólo 1-0 (Gol de Pruden a centro de Alsúa).

“El árbitro amonestó a Escolà, la persona más correcta del mundo. Expulsó a Benito por una entrada de lo más normal. Curta se lesionó y tuvo que aguantar en el campo”.

Sin poder pasar de la medular, ya que se señalaban fueras de juego inexistentes, faltas imposibles y demás, tras la expulsión injusta de Benito, el equipo se rindió. En el minuto 30, Barinaga remató un potente disparo a pase de Botella, poniendo el 2-0. El tercero llegaría a los 2 minutos, en el 32´, con el lanzamiento de una falta inexistente que centró Sauto y remató Pruden. Con 3-0 en el marcador, la eliminatoria estaba empatada, pero no dejaban jugar al Barça. En los últimos 10 minutos, el Real Madrid anotaría 5 goles más (Pruden en el 35´, Alonso en el 37´, Chus en el 39´ y Barinaga en el 42´y 44´). Peret  Belletbó, un juvenil invitado por el primer equipo contaría entonces:

“Desde la expulsión hasta el 8 a 0 fue un infierno. Nosotros no poníamos ningún interés, al contrario, mientras más goles nos metieran más podríamos decir que era un resultado anormal y al mismo tiempo salir vivos”.

El Barça llegaría al descanso convencido. No se podía jugar. No le permitían pasar del centro del campo. Ni siquiera disputar el balón sin que señalasen falta. Y ya no digamos con las tarjetas.  Y mientras el Barça dejaba pasar al Madrid, el proio Belletbó recuerda:

“Para que os hagáis una idea, nuestro portero, Lluís Miró, hacía la estatua y no hacía ni el intento de parar. Pensad que Miró abandonó el fútbol por este partido”.

Incluso la viuda del desafortunado guardameta Miró contaría en una entrevista en el diario La Vanguardia:

“Mi marido me explicó que cuando ya llevaban muchos goles, un delantero del Madrid seguía acosándole cada vez que él tenía el balón en las manos. Al final se hartó, dejó la pelota en el suelo y le dijo “anda, marca otro si es lo que quieres”. El delantero se avergonzó y dio media vuelta”.

Seguro que así puede hacerse idea el lector del panorama que tuvieron que afrontar aquellos jugadores. Pero no sólo ellos. Ángel Mur (Padre), masajista del Barça entonces, tuvo un enfrentamiento con un miembro de la Policía Armada en la banda. Estando de servicio cerca del banquillo, insultaba repetidamente a los jugadores

“perros catalanes” “rojos separatistas”.

Ángel Mur Navarro se le encaró  y el policía amenazó con llevárselo detenido. El propio presidente azulgrana, vio desde el palco la escena. Bajó al terreno de juego y quiso mediar entre el policía y el masajista. El policía seguía con sus bravuconadas, inconsciente de con quién estaba discutiendo. Hizo falta que Enrique Piñeyro, Marques de la Mesa de Asta se identificase y le amenazase, ya que había sido ayudante del General Moscardó, entonces Delegado Nacional de Deportes. El policía entonces optó por alejarse. Pero el Presidente culé, fue escupido, zarandeado e insultado por el respetable, en el palco y fuera de él, sin que la directiva madridista siquiera pestañease.

DESCANSO Y REFLEXIÓN

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Juán José Nogués, entrenador del Club de Fútbol Barcelona en 1943

Al llegar al descanso, entre pitidos ensordecedores, insultos, mofas y algún que otro botellazo esquivado con suerte, los jugadores  azulgrana lograron alcanzar los vestuarios. Allí algunos, realmente asustados, como el joven Peret Belletbó se sentaron en una esquina para alejarse del ruido y tratar de aguantar la compostura. El entrenador ni siquiera sabía cómo aleccionar a sus pupilos. Ángel Mur, el masajista, aún enfadado y encendido por su discusión con el policía, trataba de olvidar todo y tratar lo mejor posible a los tocados. Especialmente a Curta, lesionado, que debía seguir jugando.

El panorama era desolador. La eliminatoria estaba perdida. Todos lo sabían. Ni siquiera el árbitro les permitiría salir jugando más allá de medio campo. Raich, el capitán del equipo, trataba sin mucho esmero ni suerte de levantar la moral de todos. Pese a todo, la reacción de cada jugador era unánime. “No se puede jugar”. Raich y Nogués, el entrenador, iban uno por uno, consultando  a los jugadores. La reacción era unánime.

“No se puede jugar”.

Miró, el portero del Club de Fútbol Barcelona, era tras los juveniles invitados, el más dolido. El más afectado. Ni siquiera pudo ponerse bajo palos. La lluvia de piedras de barro y monedas de 5 y 10 céntimos, que ya no eran de curso legal, le impedían colocarse en la portería. Los delanteros madridistas le presionaban hasta cuando iba a sacar. Desde detrás de su portería aficionados y policía le gritaban, le insultaban, incluso le zarandearon cuando acudió a recoger un balón al fondo de las mallas. Su actitud no era pusilánime. Simplemente había descubierto un mundo del que no quería formar parte. No había empezado a jugar al fútbol para toparse con esos desaprensivos. Una cosa era jugar duro, incluso con cierto grado tolerable de violencia física. Otra muy distinta era aquel matadero. Pero debía acabar el partido. Acabar cuanto antes y salir vivos.

Pese a las arengas de Raich y Nogués, el sentimiento de los jugadores no cambiaba. No saldrían en la segunda mitad. Se había acabado para ellos. No merecía la pena alargar la infamia que estaban sufriendo. Encuestados, uno tras otro le comunicaron a Nogués la decisión:

“No se puede jugar y no saldremos en el segundo tiempo”.

Cuando Nogués, entrenador, fue a comunicar tal decisión al colegiado, precisamente la autoridad entró casi tirando la puerta. Patada en la puerta de unos Guardias Civiles, gritos, insultos, “¡Estáis eliminados, separatistas!”. Tras ellos, y con corte marcial, entró lo que muchos, por desconocimiento, confundieron con un Coronel. Se trataba ni más ni menos, según se dijo a posteriori, del Director General de Seguridad del Estado, el conde de Mayalde, José Finat y Escrivá de Romaní. Con su entrada se hizo el silencio.

La autoridad gubernamental quería borrar cualquier atisbo de rebeldía en aquel vestuario:

“Les recuerdo que muchos siguen jugando en el Club de Fútbol Barcelona gracias a la generosidad de la Nueva España, que les ha perdonado su falta de patriotismo durante los oscuros años de la República”.

Imagine el lector, la reacción de jugadores como Raich o Escolà, que ya habían sido depurados en 1939 y 1940. “Les tuvo que asustar de lo lindo” diría Julián García Canda en su libro “Historia de un desamor”.

Estaba claro, como habían podido comprobar, no sólo los jugadores, también el masajista, el entrenador y el propio presidente, pese a ser elegido por el régimen para tal labor, que no se trataba de deporte. Se trataba de política. Humillar al Barça a toda costa. Un episodio impropio de un estado civilizado, y fiel reflejo de los años tan duros del régimen franquista. Amenazas mediante, los jugadores decidieron volver al campo. Pero no jugarían ni opondrían ninguna resistencia. Acabar el partido y salir vivos sería la única consigna.

Contaba Peret Belletbó, juvenil invitado al partido, junto a Brugué recordaba el episodio, aún con cierto tembleque en la voz:

“Aquel día el miedo y el disgusto se juntaron.

De una patada la policía abrió la puerta del vestuario y dijeron unas palabras muy duras:

perros catalanes hijos de puta, si no perdéis la eliminatoria iréis todos a prisión”.

Se les recordaron las primeras indicaciones, no acercarse a los límites del terreno de juego y no provocar a la afición. El propio Director General de Seguridad les recordaría, tras comprobar que efectivamente iban a volver al campo:

“…no se empleen demasiado a fondo, ya que en caso de victoria podrían producirse avalanchas en el propio estadio y disturbios posteriores”.

Tras las amenazas, las autoridades salieron del vestuario y los jugadores respiraron por fin. Había que saltar al campo. Entonces el capitán del equipo, Raich, organizó un corro con sus compañeros. Les explicó que debían salvar, pese a todo, el honor del equipo, y esperar a los minutos finales para anotar un gol, el gol del honor.

Dispuestos a no jugar y salvar a última hora el honor del club, los jugadores volvieron al césped, donde el griterío, los insultos, y la lluvia incesante de piedras y monedas continuaba.

QUE PASE TODO LO ANTES POSIBLE

marcadorSe reanudó el partido. Los jugadores azulgrana, de vez en cuando, atinaban a despejar el balón. El equipo madridista seguía empujando. Jugaban sin un rival enfrente. Anotaron un gol tras otro. Unos cuantos, hasta  cuatro, le fueron anulados por distintos motivos. El Barça tan sólo dejaba pasar el cronómetro para salir de allí cuanto antes.  En el 74´ Alonso remataba el centro de Botella para hacer el noveno. A los 85 Botella de jugada personal, marcaría el décimo. En el 87 Barinaga, de cabeza, anotaría el 11-0.

Miró, se pasó el resto del partido olvidándose de la portería, pendiente sólo de volver a casa y abandonar por completo el fútbol.  El Madrid seguía presionando entre la bulla y la algarabía de los silbatos y los aficionados. Era de todo, salvo un partido de fútbol.  Con el 11-0 se llegó a los minutos finales. El Madrid había perdido fuelle e interés. Corría el minuto 89 cuando llegó la hora pactada en vestuarios. Una combinación precisa entre Sospedra y Valle dejó sólo en el área a Martín, que marcaría el gol del honor azulgrana.  Con lo visto durante el partido, hay quien opina que los propios jugadores del Real Madrid, algunos avergonzados de lo que estaban viviendo, permitieron sin dudarlo que los azulgrana anotasen. Eran otros tiempos, otro fútbol, y repito una vez, la rivalidad no es la que es hoy por hoy.

Con el 11-1 se llegó al final del encuentro. Las gradas, abarrotadas, se vinieron abajo. Hubo invasión de campo. Los jugadores no perdieron ni un segundo y se metieron a vestuarios casi sin permitir el tercer silbido del colegiado. De vuelta a vestuarios y consumada la humillación, los jugadores culés aún tuvieron que esperar durante horas, antes de abandonar Chamartín. Tras la invasión de campo al finalizar el encuentro y lo que no dejaban de escuchar en el ambiente, ni un solo jugador del Barça estaba dispuesto a abandonar el vestuario hasta  que el equipo fuese escoltado debidamente.

HUIDA Y RECEPCIÓN

Finalmente, tras varias horas, el Jefe de Policía pudo asegurar la escolta a los culés con policía montada a caballo. Los jugadores salieron del estadio y se escondieron en el autobús. La escolta les acompañó hasta la Castellana, donde, según Calvet,  el el jefe de policía se dirigió a la expedición azulgrana en estos términos:

 “…en cuanto enfilen la Castellana, pongan la directa y no se detengan por ningún motivo”.

El viaje podrá imaginarse el lector que fue de todo menos ameno. Raich trataba de consolar a los suyos, hablando especialmente con Miró, aunque este nunca más querría volver a pisar un terreno de juego. Como indicó el Jefe de Policía el autocar no se detuvo. Hicieron el trayecto, larguísimo, de una sentada. El agotamiento era palpable, además del disgusto y el sentimiento, imborrable, de haber asistido a una humillación pública y política, que nada tenía que ver con el fútbol.

Durante el trayecto, el miedo se tornó en algún que otro brote de ira. El enfado de los jugadores hizo imposible olvidar aquel episodio. Contaría Valle que el viaje de vuelta fue un incesante silencio, únicamente roto para recordar con enfado y estupefacción algunos episodios aislados. Transcurrió el viaje sin ton ni son hasta que el autocar del equipo se toparía con la sorpresa a la altura de Martorell. Valle recuerda esa sorpresa:

 “Camino de Barcelona aún sucedió otra cosa. Nos enteramos que a partir de Martorell había aficionados esperándonos para escoltarnos, a modo de homenaje”.

Es evidente que las noticias de lo acontecido en Chamartín iban mucho más rápido de lo esperado, pese a las crónicas censuradas y las bambalinas de la prensa madrileña.

Sorprendidos por la recepción, muchos querían acceder a ser escoltados por su público. Sin embargo, la situación de la época era poco amiga de esas celebraciones. Desaconsejados por la directiva, y aún unos cuantos jugadores temerosos de alargar aquel episodio, decidieron disolver la expedición. Contaba Valle:

«Para evitar mayores complicaciones, cuando el autocar se acercó a Barcelona, decidimos bajar y distribuirnos en taxis”.

CRÓNICAS DE LA VERGÜENZA

cronicasTal y como era de esperar, las crónicas del partido ocultaron, en mayor medida, el bochornoso espectáculo de Chamartín. Y digo en mayor medida, porque desde antes incluso del lamentable espectáculo, ya hubo periodistas y medios que se desmarcaban de la línea marcada por la prensa madrileña. Como era de esperar no había mención al colegiado. Ni mención a la lluvia de piedras y monedas, incluso botellas, desde la grada. Nada ni nadie hizo referencia alguna a los insultos, las amenazas, los zarandeos o las agresiones. Todo se reducía a un axioma, que a fuerza de repetirlo, aún hoy ha calado en el inconsciente del madridismo en general y de los medios afines en particular. Ahí es donde los diarios deportivos jugaron una baza fundamental. MARCA se destacó sobre todos ellos.

“11-1. Un extraordinario partido del Madrid”.

Para Marca en cuestión, todo se redujo a un

“Barcelona que se derrumbó ante la codicia, la rapidez y el magnífico juego desplegado por los vencedores”.

Mundo Deportivo no se quedaría atrás. En portada

“La endeble moral de los azulgrana en Chamartín, fue la causa de su hundimiento y de un tanteo tan absurdo como anormal”.

Su director, José Leoncio Lasplazas, comentaría ese mismo día:

“el Barcelona, lejos de luchar, se rindió; y el público, al darse cuenta de ello, siguió influyendo, ya que tan buen resultado le daba. Digo, insisto en que el público de Chamartín fue apasionado y vehemente hasta el extremo, pero a esa imperfección vino a sumarse la imperfección barcelonista en forma de moral endeble […] Resumiendo, pues ya va comenzando a ser hora de que hablemos de fútbol: el público de Chamartín hizo cuanto pudo para pesar en la marcha del partido, y lo consiguió, gracias principalmente a que los jugadores azulgrana se entregaran sin intento de reacción”.

El común de la prensa ocultaba los hechos. El propio Teus, el ideólogo de semejante vergüenza, se mostraría orgulloso y resarcido por la revancha de Chamartín:

“Chamartín dio la réplica a Las Corts con la misma fuerte pasión, mayores pitidos y la inelegancia de sostenerla en el segundo tiempo con el Barcelona entregado y vencido. Influyendo el público en el juego, como se influyó en Las Corts, y coaccionando con igual intensidad, como se coaccionó en Las Corts, e idéntica encomiable actitud aquí de encendido aliento y apoyo al Madrid, como un solo hombre de los 25.000 espectadores, como apoyaron al Barcelona en Las Corts los 40.000 que aquella tarde desearon ardientemente su triunfo”.

Toda una declaración de culpabilidad. Y lo más cercano a la autocrítica que podía leerse por aquel entonces.

Pero un desafecto, nada sospechoso de culé, Juan Antonio Samaranch. Perico de corazón, no podría callarse lo vivido en Madrid. Y sin muchos alardes ni entrar mucho en detalle, para evitar la censura, escribiría una crónica en el diario “La Prensa” que le valdría para perder su acreditación como periodista, que no recuperó hasta 1952, donde cubriría los Juegos Olímpicos de Helsinki. Samaranch escribiría, saltándose indirectamente la censura:

“El Madrid superó ampliamente el tanteo y griterío de Las Corts. El Barcelona no existió como equipo y dejó jugar a su contrario por la hostilidad del público”.

 

“Cuántas cosas hemos leído esta semana en los periódicos matritenses. Vamos a darle su parte de razón, por las circunstancias que hicieron que no fuera muy correcto el comportamiento de los incondicionales del Barcelona. Pero ellos, abultando los hechos hasta la exageración, son los culpables de este espectáculo lamentable que hemos presenciado en el campo de Chamartín, dejando pálido lo sucedido en el partido de ida. Aquella fama de caballerosidad, de corrección, de saber dar lecciones deportivas, no la vimos por ninguna parte. Mal, muy mal el público de Chamartín, que cortó una tradición, y por muchos honores que consiga en la final, para nosotros ha perdido aquella fama de caballerosidad tantas y tantas veces nombrada y tantas y tantas veces percibida”.

“Estábamos seguros de la bronca inicial, la dábamos por descontada. Fue una de las que pasarán a la historia; pero no esperábamos que las cosas se fueran complicando de la manera que sucedió. A medida que transcurrían los minutos el griterío aumentaba, y así, cuando un delantero azulgrana pasaba la línea de medio campo, aparecían los gritos pidiendo faltas imaginarias que cohibían al jugador y en muchas ocasiones eran oídas por el director del encuentro ¿Para qué hablar más de este público?”.

“Estos 11 a 1 a todas luces ilógicos, que nadie podía pronosticar, fueron poco en comparación con las ocasiones que tuvo el Madrid para marcar. Podían haber sido muchos goles más. Quizás veinte. Es lo mismo. El Barcelona no existió, a cualquier equipo le hubiera pasado lo mismo, pues en aquel ambiente y con un árbitro que quería evitarse todo tipo de complicaciones, era humanamente imposible jugar y lo poco que podía haber hecho, justo es decirlo, tampoco lo hizo el Barcelona. Está ya eliminado el equipo de Las Cortes y por un tanteo de escándalo. Muchos reproches se le podrán hacer, pero tampoco hay que olvidar que supo aceptar todo este cúmulo de adversidades con una sonrisa, como diciendo a sus contrarios: ‘Ya que no podemos jugar, hacerlo vosotros de la manera que queráis (…)”.

“No hay que tomar como orientación este partido. Estamos seguros de que las cosas en este ambiente no se repetirán, pues los altos organismos velarán para que así suceda”.

“Daba verdaderamente pena aquel espectáculo, de un Barcelona impotente, que, atado por la coacción del público, se entregaba a un Madrid eufórico, al que le salían todas las cosas de la mejor manera (…) Un equipo infantil hubiera opuesto más resistencia que el Barcelona (…) No hay que buscar los culpables, porque no los hay en el equipo. Ya hemos dicho que el Barcelona no jugó ni bien ni mal. Lo que pasó es que no se vio en toda la tarde. Era lo mejor que podía hacer en aquellas circunstancias”.

Semejante crónica le valdría únicamente, para que las autoridades como dijo Samaranch, le “Invitaran” a dejar de colaborar.

“Fue una sanción encubierta. Dejé de escribir durante unos años”.

La directiva culé felicitaría a Samaranch por esa crónica, que, sin ser del todo acertada, se acercaba a lo realmente ocurrido en Chamartín.

LA FEDERACIÓN SALOMÓNICA

No acabaría el partido y todo resuelto. La Federación Española de Fútbol, creyéndose la pantomima de la prensa madrileña, impondría al Barça una multa de 2500 pesetas de entonces al Club de Fútbol Barcelona por los sucesos en Les Corts. Aquella multa, aunque injusta, no se tomó tan mal. Después de todo es cierto, que dada la dureza y violencia de los jugadores madridistas, el público se encendiese contra el colegiado y el Real Madrid, tornando los aplausos iniciales en silbidos.

Y dado el partido de vuelta, en Chamartín, la Federación sí reconoció la gravedad de los hechos, incluso el desatino de haber proclamado aquel revanchismo desde los medios. Pero cómo iba a condenarse a uno sin tener en consideración al otro. Pese a que se prohibieron los transportes de aficionados, que no cabía ni un solo culé en las gradas de Chamartín, pese a que los hechos condenables desde la grada fueron auspiciados y si acaso aumentados desde el club madridista, que dotó a los aficionados de silbatos, y tolerase, incluso, insultos, amenazas y escupitajos al Marqués de la Mesa de Asta, Presidente del Club de Fútbol Barcelona, la Federación Española de Fútbol impuso una multa de 25.000 pesetas de entonces a ambos clubes, instándoles a no repetir nunca semejantes actuaciones de sus seguidores. Además, amenazó a ambos clubes con la posibilidad de cerrar su estadio, de repetirse actitudes semejantes.

El hecho, no sería tan grave de no haberse producido como se dio, en medio de una España de posguerra. La censura envió un comunicado a todos los medios pidiendo “compenetración absoluta con el espíritu de la Nueva España”. El pánico del régimen a una rivalidad exacerbada por encima de lo estrictamente deportivo, llegaba tarde. La tormenta política ya había arrasado, en Cataluña (donde se recibió al Barça como un equipo abochornado y humillado por el españolismo) y en Madrid (donde se lanzó la consigna de ser los representantes de España) al deporte.

CONSECUENCIAS

bernabeu
Santiago Bernabéu

La directiva Barcelonista, pese a ser decididamente franquista y cercana a La Falange, aún tenía la suficiente catadura moral para no aceptar dicha multa ni el descrito escarnio. Es por ello que pocos días después de comunicada la sanción, el Presidente, Enrique Piñeyro y toda la junta culé presentó su dimisión irremediable en bloque. Se haría oficial con la siguiente carta del Marqués de la Mesa de Asta:

«Señor Presidente de la Federación Catalana de Fútbol, muy respetado Presidente y querido amigo:

La campaña que durante una semana se ha hecho por la prensa contra el Barcelona, que culminó en la bochornosa jornada de Chamartín, del domingo pasado, y la enorme sorpresa que me ha producido la imposición a este club de una multa duplicada y por el mismo concepto, hacen que esta Presidencia ponga todos los cargos del Consejo Directivo, y el mío propio, a su disposición, con carácter irrevocable, rogándole se sirva nombrar la Ponencia que ha de regir los destinos de nuestra querida entidad mientras se nombre un nuevo Presidente.

Sin otro particular, se reitera suyo affmo, s.s. y amigo,

firmado:

Marqués de la Mesa de Asta”.

Otras versiones cuentan que la enérgica protesta de la directiva culé, llevó a las autoridades a invitarles, como hicieran en otro ámbito con Samaranch, a presentar su dimisión. No obstante, sería extraño ese episodio, teniendo en cuenta la ligazón y el lazo irrompible del propio Marqués de la Mesa de Asta y del resto de directivo con el régimen franquista.

No fue el único caso. El 20 de Junio de 1943, se jugaría la final de aquel torneo, la Copa del Generalísimo, que enfrentaría a Rea Madrid y Atlético de Bilbao. Aquella final se decidió con un gol de Zarra, y el Athlétic, entonces atlético, de Bilbao, saldría campeón. Y sólo dos días después, el cisma ocurriría en la directiva blanca. Tal y como habíamos comentado, las rencillas entre la directiva merengue eran ya palpables. Santiago Bernabéu dirigía una corriente, con numerosos apoyos entre la oligarquía del régimen, para hacerse con la presidencia.

El problema estalló cuando en la final, la Federación se negase a permitir que ambos equipos se encargasen del cuidado del campo donde habría de jugarse aquella final. Varios directivos madridistas, encabezados por su presidente, Antonio Santos Peralba, enviarían sendas cartas de protesta a la Federación de Fútbol antes de formalizar su dimisión.  Pablo Hernández Coronado, directivo y amigo del Presidente madridista, ofreció también la dimisión como Consejero de la Directiva, considerando  que

 “el fútbol no es más que un juego; el más divertido de todos, pero un juego nada más […] Ahora está eso cambiando y estamos todos cogidos en los engranajes de una organización de deporte que nos obliga a soportar, sin poder defendernos, injusticias derivadas de la más absoluta incompetencia”.

Añadía:

“futbolísticamente les descalifico yo a ellos y ya no juego más: me marcho. Cuando no se puede hacer nada para que se vayan los que deben irse lo mejor es que nos marchemos los que no nos debíamos ir. Y si yo estoy equivocado y mi teoría es falsa, y los clubs y federaciones deben ser las entelequias que son ahora, razón de más para que me marche”.

Se quejaban de la imposibilidad de una Asamblea General que informase y aclarase a los socios lo que llamaron, problemas del club desde 1939:

“adquisición de jugadores, traslado de domicilio social, reconstrucción del estadio, uso y abuso de silbatos en la semifinal de Copa, caso del riego del Metropolitano, crisis de la Junta Directiva, etc…” 

Puede apreciar el lector que no toda la junta, entonces, era partidaria de la campaña de humillación al club catalán.

Santiago Bernabéu sería nombrado nuevo Presidente del Real Madrid. Y esa ya es otra historia. Sin embargo, hay que destacar, porque toca aún el hecho de la encerrona en Chamartín, que Bernabéu propuso al nuevo Presidente interino barcelonista, José Antonio de Albert Muntadas, un doble partido que se denominaría “Trofeo de la Concordia”. Esos partidos serían aceptados. El Barça empataría 1-1 en Chamartín y ganarí 4-0 en Les Corts. Precisamente en ese partido de vuelta, Santiago Bernabéu se reunio con el ex presidente Marqués de la Mesa de Asta y el nuevo en el cargo, para pedir públicamente disculpas por todo lo acontecido en lo que llamó “El Escándalo de Chamartín”.

Después del primer partido, José Zubeldia, Jefe de Deportes de La Prensa,  contaba que

“aquello que ocurrió, y que no podemos hoy silenciar, ha quedado por completo borrado en este Madrid acogedor, en este público que sabe ser correcto y sabe también de fútbol. Yo creo que si silencio este primer aspecto del partido de esta tarde, si no alabo la nobleza de una rectificación, creerán los aficionados barcelonistas que los periodistas de la ciudad condal invitados por el Madrid, han correspondido a su atención con una crónica favorable”

Reconocía así algunos de los hechos acontecidos en Madrid. Curioso, cuanto menos, que los periodistas de hoy, nieguen no sólo el hecho, si no que traten de reescribirlo tapando todas las pruebas de este escándalo.

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