Dice George O´ Keefe que en esta vida todos podemos ser agradables, pero que, sin embargo, no cualquiera puede tener nervio. Todos podemos emular -en su cierta medida- el juego de Frenkie de Jong, pero solo unos pocos elegidos tienen la chispa y el desparpajo de Pedri.
El otro día debatíamos mis compañeros de piso y yo sobre la diferencia entre vivir y malvivir. En realidad, aquello tenía mayor profundidad, el debate buscaba abrir otros caminos similares pero distintos. Nuestro fin era hallar si de verdad lo que queremos es ser protagonistas o espectadores en este nuestro juego de la vida. Todo giraba entorno a eso y no fuimos lo suficientemente perspicaces como para darnos cuenta. Parece que el bueno de Frenkie tampoco.
En el Ajax, el holandés fue una de las grandes joyas que nos brindó aquella Champions. Era música para cualquier amante del buen fútbol, al igual que sus excompañeros Van de Beek, Tádic o Neres. Aquel Ajax quiso ser protagonista en Europa y lo fue. Aquel De Jong quiso ser protagonista en el Ajax y lo fue.
Fue lo que debía ser; es lo que nunca quisimos ver.
De Jong divaga por un banal baldío donde su juego parece haberse perdío´. Juega de manera bizantina, se pierde en detalles sin importancia: en ademanes que le delatan. Es un tipo agradable a la vista del espectador que poco aporta al entrenador. Sus pases rara vez superan una línea de presión, haciendo de su juego algo plano y burdo, como falto de veneno.
Pedri, en cambio, es un sinvergüenza. A sus 18 años es más chulo que nadie. Juega a ese fútbol de barrio que tanto añoran los románticos de la pelotita. El canario cuenta con esa picaresca tan española propia del Lazarillo de Tormes; mientras que el pobre Frenkie se ahoga en los mares de la mediocridad a bordo del holandés errante.
ESTADI JOHAN 