Artículo publicado por Javi Risco (Tw: @rscjavi).
La inercia positiva del Barça de Xavi parecía haber hecho olvidar las carencias (sí, de varios tipos) que arrastra el equipo desde que la marcha de Leo Messi las sacó a la luz. El argentino no solo deslumbraba con su juego, sus regates, goles, asistencias o premios individuales, sino que con ese fulgor, era capaz de evitar que se adivinaran, la mayor parte de los días, los automatismos que empezaban a fallar. Con su ausencia, todo esto se acentuó, ya no había magia que lo tapara. Lo acontecido en el Estadio de la Cerámica anuló todo lo dicho en la previa.
No podemos olvidar que el Barcelona es un equipo en construcción, en una fase de transición en la que se necesita tiempo y partidos para que los automatismos se asienten, para que los jugadores comprendan lo que se les pide y para que Ansu Fati coja rodaje y continuidad. Carece de sentido juzgar al entrenador por el rendimiento de un grupo de jugadores que no ha confeccionado él, pero, sin embargo, la inmediatez del mundo del fútbol nos obliga a hacerlo.
El duelo en la Cerámica comenzó (en cuanto a juego) y terminó (en cuanto a resultado) de manera inmejorable, pero del minuto 20 al filo del 90 hubo una travesía del desierto en la que el equipo se mantuvo a flote gracias a un Ter Stegen que empieza a mostrar un nivel más acorde a lo que se espera de él y a que el Villarreal, en ambas áreas, no es todo lo contundente que debería. Tuvo ocasiones y juego, al menos, para no perder, como ya dijo Xavi (importantísimo mejorar a partir de la autocrítica). Unai Emery volvió a demostrar que es un grandísimo entrenador al darle la vuelta a la primera parte y permitir a su equipo tener las mejores ocasiones del partido. Tan buen entrenador como mal perdedor, pero eso es otra historia que no se tratará aquí.
El partido dejó fría a la afición, más allá del resultado, que esperaba una continuación de la línea ascendente (en cuanto a juego) del equipo tras el derbi y el duelo ante el Benfica. Sin embargo, como todo en esta vida, hay altibajos, y eso se espera que sea el partido de ayer, un momento a partir del cual crecer y volver a tirar hacia arriba. Lo positivo: ver al grupo tan unido, los goles de tres discutidos (alguno más que otros) a lo largo de la temporada que les subirán la moral y victoria típica de equipo ganador, que tampoco hay que dejarlo de lado. Ganar ayuda a ganar y mantener una dinámica positiva.
Más (y espero que mejor) dentro de una semana en el Camp Nou.