Misma piedra, distinto lugar: la lesión de LCA en el futbol femenino

Hace unos días se virilizó una tierna pero entristecedora imagen: la de Alexia Putellas animando a toda una sala a aplaudir a Emma Gálvez, futbolista del Barça en categorías inferiores que padeció recientemente la misma lesión que la capitana blaugrana. Un aplauso bonito, pero sintomático de una realidad que no conoce límites: ni el momento, ni la edad, ni la élite.

La imagen deja entrever la parte agradable de una lesión que se extiende por el futbol, y en especial en el futbol femenino; la del compañerismo, la de la ayuda mutua, la solidaridad y el apoyo incondicional, el espíritu de equipo, la deportividad, la empatía. Pero todas esas respuestas corales nacen de una problemática transversal, una piedra contra la que más y más futbolistas topan sin importar su condición: la lesión de Ligamento Cruzado Anterior.

Lesión que sobrevuela los temores de todo deportista cual fantasma y que, una vez realidad, se convierte en una losa que tumbar en un período que suele rondar de los 9 a los 12 meses. Una batalla contra uno mismo que se conlleva guerras internas y horas en el gimnasio, una batalla prolongada y azarosa que, sin la ayuda necesaria, puede ser realmente complicada. Y es que es un partido a ganar en la cabeza y en el césped, y un sendero lleno de pasos adelante y pasos atrás, de rocas puntiagudas y de hondos hoyos, pero un sendero que también tiene un fin, y donde los frutos son los aprendizajes.

Uno de los motivos de la de peso por los cuales la rotura de LCA puede llegar a ser tan trágica para un deportista – aparte del largo proceso de rehabilitación física- es el azar que esta conlleva. La cara o cruz de que ese día la suerte no esté de tu parte. Un mal apoyo, un mal gesto, un aterrizaje inestable, un contacto desmedido, una moneda al aire.

Paralelamente, parece ser que es una lesión que no discrimina ninguna condición; la pueden sufrir todas las edades, todas las condiciones físicas, en situaciones totalmente dispares y contextos distintos, y sin importar tampoco la profesionalidad de la atleta: hasta la mejor puede romperse, hasta de las que más recursos y estructura disponen.   

Barriendo para casa, tenemos a las recientemente incorporadas –después de un año de recuperación- Bruna Vilamala (quién ya había pasado por ese mismo proceso años atrás), Jana Fernández y Cata Coll. A Alexia Putellas, la mejor del mundo, la reciente Ona Baradad y la propia Emma, o incluso Salma Paralluelo antes de fichar por el conjunto blaugrana, entre muchas otras. Y más nombres cercanos pero ya en la memoria culé, como el calvario por el que pasó Andrea Falcón. Pero el precedente, y la actualidad, van mucho más allá de Can Barça, y hay docenas de jugadoras internacionales, entre ellas algunas top mundiales, bajo el yugo de esta terrible lesión: Beth Mead, Vivianne Miedema,  Marie-Antoinette Katoto, Ludmila Da Silva, Catarina Macario, Dzsenifer Marozsán o Ellie Carpenter… hasta 63 jugadoras de las grandes ligas en 2022.

A nivel estadístico, el número de mujeres futbolistas que se lesionan con rotura de LCA, por la que se tiene que pasar por quirófano a menos que la lesión sea parcial, es mayor al de los hombres. Y otro de los hándicaps de las lesiones en atletas femeninas es que se lesionan más en circunstancias sin contacto, es decir, que tienen más posibilidades de que se dé la lesión sin necesidad de contacto. Una de las razones morfológicas que explicarían este hecho es la diferencia en la pisada, la cadera femenina tiende a repartir el peso hacia dentro de forma que las rodillas están más tensionadas y acarrean más desgaste. De hecho, otra de las problemáticas habituales en el transcurso de esta lesión es la recaída, pues es más fácil romperse el cruzado cuando ya lo has hecho anteriormente, y lo hemos visto en el futbol profesional más de una vez, sí, cual mito de Sísifo.

Existen otros factores de riesgo (factores anatómicos y fisiológicos, factores biomecánicos, la condición física, el nivel de exigencia competitiva….) que, de ser evitados, reducen las posibilidades de la lesión, pero en muchas ocasiones todo se reduce a cuestión de suerte, de estar en el momento equivocado y toparse con una piedra con la que no deberías topar.

En cualquier caso, la única hoja de ruta a seguir, en el Barça y en los demás clubes es la de trabajar en la prevención, en el acompañamiento a las atletas y sobre todo en la investigación de la lesión. Una lesión que, al estar padecida mucho más por mujeres, parece que queda relativamente relegada a un segundo plano. Quizá deberían ser precisamente los grandes clubes quiénes tendrían que marcar la referencia en ser pioneros para revertir, de una vez por todas,  la pandemia olvidada en el deporte rey.

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