REFLEXIONES EN TORNO A LA OBRA FUTBOLERA DEL AÑO

Este 2020 no ha sido el mejor año de nuestras futboleras, azulgranas y miserables vidas, pero nos hemos visto obsequiados con una obra literaria que se antojaba más que necesaria. Para la memoria histórica en general y para el barcelonismo en particular. Porque nunca trasciende realmente todo lo que llegó a suceder y, en muchas ocasiones, pensamos que lo que ocurre en nuestros días está sucediendo por primera vez, cuando no es más que el eslabón de un ciclo que se repite una y otra vez en la inmensidad de la historia.

La gente conoce poco sobre Helenio Herrera más allá de su nombre, y apenas sabe quiénes fueron Míster Pentland, Pedro Escartín o José Villalonga, no digamos ya Alejandro Scopelli o Lippo Hertzka. Y es que hay una tendencia a menospreciar lo antiguo, también en el fútbol, como si todo lo que sucedió en blanco y negro tuviese menos validez.

Pero cuando escudriñamos un poco en épocas pretéritas nos damos cuenta de que, hace 50 y 70 años (e incluso antes), los debates eran los mismos que los de ahora. Es premonitorio atender a cómo, hace medio siglo, había una corriente que nos quería demostrar aquello tan cacareado de que “el fútbol ha cambiado” o que “ahora es más físico”, casi siempre para cuestionar el talento y dar a entender que sólo con él no se va a ninguna parte. Que hace falta intensidad, esa palabra muchas veces utilizada ante la falta de argumentos. Mantras absurdos que obvian que los grandes equipos de nuestro imaginario colectivo, además de por la excelsa técnica de sus integrantes, también estaban regados por el trabajo cartesiano y obsesivo de sus líderes: el Ajax de Rinus Michels, el Milan de Sacchi, el Barça de Guardiola… detrás de todos esos equipos que deslumbraron al mundo había complejidad táctica y mucho trabajo.

Así las cosas, en una época en que la literatura futbolística está de enhorabuena y afloran obras sin cesar, debemos congratularnos de que Javi Roldán se haya aventurado a escribir sobre el Barça de Rinus Michels con objetivos más que interesantes. Uno de ellos, reconocido por el propio autor, mostrar esa realidad cíclica que viven tanto el fútbol como la sociedad, siempre volviendo a ideas que un día creyeron aparcadas para siempre. Baste como ejemplo la figura del falso nueve o punta en constante movimiento, que siempre estuvieron ahí, aunque a veces creamos que Guardiola se lo sacó de la chistera con lo de Messi en el Bernabéu. Y del mismo modo que este tipo de atacante vive un auge en ciertas épocas, también en otras pierde fuelle en favor del rematador clásico, o viceversa, en una alternancia que se repite de forma constante desde la era del Wünderteam hasta nuestros días.

EL FÚTBOL DEL FUTURO ESTÁ EN EL PASADO. Un postulado que también se utiliza para el periodismo y cuya autoría no está clara. Se le ha atribuido a César Luis Menotti, Ángel Cappa o Martí Perarnau, y adquiere sentido en cada época en que los debates se encarnizan. Y quizá por eso, porque hay que buscar lo que vendrá en lo que un día fue, se decidió Roldán a obsequiarnos con estas páginas. Porque “el pasado no existe. Ni siquiera es pasado” (si han leído el libro, ya sabrán de qué les estoy hablando. Si no lo han hecho, ya están tardando). Un enunciado que, por cierto, se complementa perfectamente con algo que en cierta ocasión leí en Twitter que recordaba que el pasado nunca muere, pero nunca vuelve.

Otro de los puntos fuertes del libro es que explica el fútbol. De forma llana, llamando a las cosas por su nombre, sin vender el cebollino, hablando del juego. Algo de agradecer en estos días de conclusiones enrevesadas y análisis barrocos. También hace referencia a las sombras del Cruyff jugador o al constante devaneo de los aficionados y el propio club con los canteranos, algo tan vigente también a día de hoy. Y pone en valor a pequeños héroes de la historia culé. Porque los aficionados hemos oído hablar de Agustí Montal Costa o Armand Carabén, que son los que tomaban decisiones en Can Barça hace medio siglo. También ha llegado a nuestros oídos algo sobre Laureano Ruiz u Oriol Tort. Pero quizá conozcamos menos acerca de Carles Boter, por ejemplo. Por ellos y por muchos otros merece la pena también acercarse a la obra roldaniana.

Además, antes de entrar en la era Michels, los cuatro primeros capítulos son un trayecto previo que Roldán quiere contarnos. Lejos de ser intrascendentes, son una auténtica cátedra de historia del fútbol del siglo XX. En clave Barça, es capital rememorar la difícil época que vivió el club en los sesenta. Unos años oscuros que empezaron, entre 1960 y 1961, con la salida de Helenio Herrera, la final de Berna y la marcha de Luis Suárez Miramontes. Posiblemente, la mayor crisis, a todos los niveles, de la historia del club (aunque tampoco cabría olvidar el descalabro que se sufrió en 1908, con Gamper al rescate, o las penurias que se vivieron tras la guerra civil). Pero ésta, la de los sesenta, también fue una crisis de identidad. ¿Les suena?

Hablando ya de la etapa de Míster Mármol, nuestro escritor escudriña todos los detalles del equipo que quiso crear el holandés. Hablando, por ejemplo, de las cesiones, tan denostadas hoy por motivos obvios (con la excepción de Albert Ferrer, no se conocen casos de canteranos contemporáneos que hayan triunfado tras haber salido a préstamo), pero por las que Michels primero y después Cruyff tuvieron cierta querencia. De hecho, pocas cosas más cruyffistas que una cesión.

Personalmente, guardo especial cariño hacia un pasaje de la obra, en los albores de la era Rinus, en que se menta el primer cruce de Recopa 71/72 ante un equipo norirlandés llamado Distillery (qué nombre tan apropiado para una escuadra británica). Una eliminatoria, la única que superó el equipo aquella temporada, perdida en la inmensidad de los tiempos. Los culés que realmente la recuerden tienen el cielo ganado.

Asimismo, pese al sesudo análisis futbolístico, la contextualización sociopolítica no anda a la zaga (les recomiendo encarecidamente un pasaje del Ámsterdam de la posguerra). Es Roldán un autor con mucha tendencia a la subordinada, algo que le permite trufar las oraciones de toda la información que condensa en su disco duro, que no es poca precisamente. Esa variante gramatical le permite convertir las páginas en historias que son como matrioshkas constantes. Siempre, con las tres patas sobre las que se sustenta todo buen libro: está bien estructurado, bien documentado y, claro, bien escrito.

Para cerrar: la aparición de Javi Roldán es de lo mejor que le ha pasado a Twitter Futbol en los últimos tiempos (ahora también a la literatura). Disfrutémosle. Las redes sociales se inventaron para toparse con gente como él.

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