Poco importa el fútbol si hay racismo de por medio

Las crónicas deportivas suelen destilar épica, valentía, grandiosidad y hazañas heroicas. El fútbol, en tanto que deporte jugado en campos de muchos metros cuadrados, requiere que sus jugadores y jugadoras hagan enormes esfuerzos físicos con los que enorgullecer y dotar de identidad a sus aficionados y aficionadas. Y por eso es tan bonito escribir sus gestas como si fueran guerras entre soldados. Pero la realidad es otra; el fútbol es solo un juego en el que intentas marcar más goles que el equipo contrario.

Aunque solo se trate de introducir la pelota en la portería rival cuantas más veces mejor, hay formas y formas. El Barça B se presentaba hoy en el partido para tratar de hacerlo de la manera más bonita posible: con futbolistas tan bien dotados como Iñaki Peña, Alejandro Balde, Nico González o Gavi, que eventualmente pudieron coincidir con el filial porque el primer equipo no tenía partido y no les necesitaba.

Pues bien, ante un panorama ilusionante con tanta calidad sobre el verde y dos equipos luchando frente a frente para derribar el 0-0, sucedió lo más lamentable que puede suceder en un recinto deportivo. Moussa Sidibé, jugador del UE Costa Brava nacido en Mali, recibió insultos racistas de un aficionado sentado en las primeras filas de la grada. Según comentan varios compañeros de su equipo, Moussa se quejó al árbitro, quien avisó al delegado de campo. Unos minutos después, la megafonía del estadio hizo un tímido aviso: “Se ruega que el público asistente deje de hacer comentarios racistas”. El fútbol siguió. La normalidad, no. El partido acabó con un soso 0-0 pero tampoco era relevante, sobre todo si hay racismo de por medio.

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