Han pasado casi 4 años de la noche en la que todo explotó, la noche en la que se puso fin a los 15 años más gloriosos de la historia del club, aquel 7 de mayo de 2019 algo murió dentro de cada uno de nosotros y lo peor es que el Barça aún no ha salido de allí
Mucho se ha dicho sobre la vuelta de las semifinales de la Champions 2018/2019 celebrada en Anfield, mucho se ha escrito y analizado sobre un partido que sirvió para consagrar el proceso del Liverpool de Klopp y que significó el fin de la mejor época futbolística de nuestras vidas como culés, 3 lustros que terminaron de una forma cruel y un final que nos dejó sin ganas de ver nada relacionado con el deporte rey durante unos días. Mucho se ha hablado en clave culé de esa eliminatoria, de los desastrosos partidos de Ter Stegen, Lenglet, Rakitic y compañía, de las ocasiones falladas en la primera parte, de las lágrimas de Jordi Alba en el descanso pese a ir perdiendo tan solo por 1-0, incluso de que si Dembélé no llega a fallar el 4-0 en el Camp Nou, el Barça tendría una orejona más en las vitrinas. Sea como fuere la cuestión es que aquel partido representó lo mismo que en su día la final de Sevilla del 86, una caída hacia un vacío de derrotismo y mediocridad, es cierto que en los últimos tiempos hemos vivido el 2-8, un hat trick de Mbappé en el Camp Nou, un 0-3 de una Juventus muy normalita y un baño del Eintracht con el estadio lleno de alemanes, pero no son lo mismo que ese partido del 7 de mayo, no representan lo mismo, son lluvia sobre mojado.
Las consecuencias de aquella noche aún las vivimos hoy en día, el Barça aún sigue sin tener lo necesario para ganar los partidos realmente importantes, al menos ahora con Xavi ha pasado de ser un equipo desastroso a ser uno que pese a no jugar del todo bien está condenado a merecer ganar casi todos los partidos, pero evidentemente eso no es suficiente, el único oasis de estos últimos 3-4 años fue aquella Copa del Rey de 2021 ganada a base de épica y prórrogas. Cada partido contra un rival de entidad que tiene el Barça se afronta desde el análisis de todas las formas posibles en las que pueden salir las cosas mal porque tenemos asumido que algo saldrá mal. El grupo de Champions de esta temporada es una buena muestra de esta situación, el equipo mereció ganar en la vuelta contra el Inter y en Múnich pero no fue posible porque falta calidad en unos sitios, experiencia en otros y suerte en casi todos los aspectos.
A lo que voy es que el Barça como club todavía no ha salido de Anfield, todavía sigue encerrado en ese vestuario en el que lloraba desconsolado Jordi Alba, aquel vestuario en el que todo eran caras largas al descanso y miradas perdidas en el suelo y en la pared al finalizar el partido, todavía sigue preguntándose como se pudo escapar esa eliminatoria y en los errores del pasado que han llevado al club a la situación actual y esto no es sólo referente a los tan criticados (y con razón) capitanes, no es una cuestión que se reduzca a echar a todo aquel que se puso la camiseta verde fosforita cual chaleco reflectante aquella noche, es algo que va mucho más allá. Va más allá de jugadores (aunque evidentemente tiene que ver) es una cuestión de club, es el club entero el que sigue en aquel 7 de mayo de 2019 y encima no es la primera vez que el Barça se queda secuestrado por su propio trauma de un 7 de mayo, también pasó en 1986 y pasaron 4 años durísimos llenos de oscuridad y de una desilusión nunca antes vista hasta aquella copa del 90 que salvó a Cruyff por los pelos e inició el Dream Team que trajo la ansiada Copa de Europa a Barcelona.
Se necesita algo que saque al Barça de aquella fatídica noche. En primer lugar no vendría mal que el club recupere cierto orden, gran asignatura pendiente de Laporta en este mandato pese a que la herencia es un gran impedimento, tampoco vendría mal seguir con la construcción de un bloque competitivo y que Xavi empiece a hacer progresar de verdad al equipo, pero sobre todo hace falta un revulsivo en forma de título, puede ser la liga (que sería de las más meritorias del club en mucho tiempo) puede ser la UEL (que vendría genial para espantar fantasmas europeos) incluso puede ser otra Copa, pero lo que está claro es que hasta que no se encuentre una salida de Anfield, el Barça no volverá al sitio que le pertenece.